Estimados amigos:
Es por todos conocido el problema de la salud mental tanto en ámbitos públicos como privados. La falta de una ley clara y eficiente en salud mental y la poca voluntad política de revisarla de manera correcta es, desde hace tiempo, un problema que afecta tanto a profesionales de la salud como a pacientes y efectores de medicinas prepagas, obras sociales, y también en la salud pública gratuita.
Ha sido mi experiencia durante algunos años en instituciones públicas, como desde dicho espacio se hace hincapié en discusiones bizantinas, que lejos de enriquecer el funcionamiento de los dispositivos de atención ambulatoria y de internación, promueven la reducción de gastos, la mirada política ideológica, en detrimento de la funcionalidad y disponibilidad de recursos para atender la constante, necesaria, e ineludible demanda pública en este sector de la salud.
UNA MIRADA PERSONAL DEL PROBLEMA ACTUAL
¿Qué sucede con la Ley de Salud Mental?
Esta ley no sólo protege a las personas con padecimiento
mental, sino que también están contemplados en su seno los individuos con usos
problemáticos de drogas. La ley expresa que las personas con padecimiento
mental deben ser atendidas y tratadas en hospitales comunes y no en
instituciones psiquiátricas.
El problema de esta mirada desde la legislación es que,
apostando a un sesgo discriminatorio no aplicable a este ámbito, no toma en
cuenta que los padecimientos mentales deben, por lógica de sentido y por
preparación, ser atendidas en centros de salud con disponibilidad de
internación y ambulatorios, muchos de los cuales no cumplen eficientemente con
su función, sino que además desperdician recursos disponibles como concurrentes
y pasantes certificados que no producen gastos de ningún tipo, ya que sus
servicios no son remunerados, a pesar de los años de dedicación en dichos
centros, y que a la hora de disponer de su función como agentes de la salud
mental, son desestimados, desvinculados o notoriamente reducidos, utilizando
los pocos profesionales de planta, especialmente los más cercanos a jubilarse,
utilizando como excusa, la reducción de gastos, la eficiencia de los
dispositivos ambulatorios (mi experiencia fue precisamente en un centro
ambulatorio de salud y soy testigo de esto) y miradas administrativas sesgadas
por las políticas de turno. cabe aclarar que la eficiencia nunca fue alcanzada.
La intención política de desentenderse del flagelo de la
salud mental, habiendo intentado desmontar hospitales psiquiátricos para
generar espacios edilicios de comercialización o para otros fines que no son la
salud mental y a internación de pacientes, es conocida por todos. Esto lejos de
colores políticos particulares, ya que ha sido una constante en los diferentes
gobiernos de turno. En algunos casos hasta existió la sugerencia de llevarse a
casa un paciente y cobrar la manutención por parte del estado de dicho
paciente. El público informado no me dejará mentir.
Es un problema de incapacidad política jurídica y educativa,
que incluye una mirada sesgada y desinformada del verdadero problema de la
salud mental y sus consecuencias en el ámbito público. Incapacidad política,
jurídica y social que conlleva problemas
que incluso tienen ribetes en el ámbito judicial a la hora de la
responsabilidad penal por ataques de paciente psiquiátricos (adictos, o
personas con graves cuadros psicopatológicos, que deambulan en las calles
atacando a publico y personal de seguridad, sin que pueda intervenirse, ya que
la persona no esta en ejercicio de su facultades). Esas personas, lejos de
miradas progresistas o populistas necesitan ayuda real y efectiva (que lejos
están del brillante tratamiento de Foucault (1) (2). Un estado presente y
eficaz en políticas y marcos jurídicos. Y aquí entra la necesidad de revisar y
actualizar la Ley de salud mental actual, que es anacrónica inefectiva e
incluso iatrogénica.
Sin embargo los nuevos modelos y nuevas miradas no incluyen
la solución efectiva de los actuales problemas de la salud mental, como tampoco
incluyen un tratamiento jurídico. El problema de la "responsabilidad"
familiar o la ausencia de la misma como proceso legal de internación, posee un
vacío legal y una absoluta falta de tratamiento crítico social sobre dicho
problema.
Ineludible entonces la presencia del estado como gobierno, y
su acción en el modo singular (léase Foucault), como método de tratar el tema y
al mismo tiempo no vulnerar la subjetividad alienada del paciente.
¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE SALUD MENTAL?
La salud mental es un estado de bienestar mental que permite
a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar
todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a
la mejora de su comunidad.
Foucault enfatiza que el hospital es el lugar de
entrecruzamiento de dos grupos: el del enfermo que está en el lecho y el de los
médicos (que se divide en profesores y alumnos). Toda clínica supone su
enseñanza que a su vez supone la mirada y el cúmulo de la denominación.
Sabemos dese Lacan quela predominancia del discurso médico
como discurso de poder del sujeto supuesto saber es ineludible y que, según
Foucault, el análisis de las relaciones de poder, en su vinculación con el
sujeto, debe situarse en un lugar que no sería “ni de violencia o de lucha, ni
en uno de vínculos voluntarios, sino más bien en el área del modo singular, ni
belicoso, ni jurídico, que es el gobierno”
Canguilhem y Foucault: distintas miradas pero ambas
necesarias
Para ambos pensadores la norma se relaciona con la vida.
Pero mientras Canguilhem se refiere a la norma, a la normatividad, como una
capacidad del individuo para vincularse con el ambiente en que habita, Foucault
la concibe como el modo de asegurar el ejercicio del poder sobre el individuo y
la población. Este desplazamiento de una norma entendida en un sentido
biológico (Canguilhem) a una norma en un sentido político (Foucault).
Ambas miradas necesarias, pero que deben aplicarse a un
espacio por fuera de las "abstracciones", en todo caso al ineludible
"gobierno" al decir de Foucault, siempre que en el proceso no se
"¿sacrifique subjetividad en sujeto alienado?". Ahí interviene el
gobierno, como factor ineludible de preservar la salud mental y el derecho del
sujeto, que por su alienación depende de dispositivos que sustentan discurso y
poder. Mal necesario e inevitable.
UNA MIRADA CRÍTICA DE LOS DISPOSITIVOS TERAPÉUTICOS Y LA CORRIENTE SUBYACENTE DE LOS MISMOS
Los discursos de poder son normativos, no necesariamente
reflejan una mirada fenomenológica del problema de la locura. El discurso
psiquiátrico y metapsicológico no es la excepción. Este discurso, y lejos está
de mi intención desvalorizar la metapsicología (psicoanálisis), merece
apropiarse de una nueva mirada, de poner en juego la aproximación
fenomenológica a este nuevo escenario en el que campea la salud mental.
El problema no son los discursos de poder, en sí mismos,
sino que atraviesa esos discursos de poder
Múltiples miradas y múltiples abordajes, incluidos los de la
psicología conductual-cognitiva y la neurociencia, como basada en la evidencia, deben ser tenidos en
cuenta en las instituciones, sin predominio de los discursos de poder
establecidos como única mirada al problema de la salud mental.
El paciente no esta solo "para ser medicado o no medicado". Está para ser escuchado en la expresión sintomática de su subjetividad, y, haciendo esto, comprender el papel de la interconsulta psiquiátrica con derivación psicológica, método aún resistido por algunos profesionales "médicos" de la salud mental (salvo excepciones por supuesto). Es increíble que hoy, habiendo DSM V CIE 10 e inventarios médicos neurocientíficos para medir puntuación de síntomas disociativos, entre otras escalas, y acercarse a un diagnóstico más aproximado a la realidad, se insista en el diagnóstico a ojo, con miradas anacrónicas y se confundan TLPs con Manías, Trastornos bipolares o unipolares sin tomar en cuenta la eficacia basada en la evidencia de los inventarios actuales diseñados en principio para un diagnóstico mas efectivo y destinados a medicar de manera más eficaz, como consecuencia de ello. Abandonar el anacronismo, es un ejercicio difícil pero necesario.
En cuanto a las medicinas prepagas y obras sociales, el
problema es también extremadamente arduo. Psiquiatras y psicólogos que no
atienden, sesiones acotadísimas, listados especiales de psicoterapeutas que
figuran por fuera de las cartillas, ineficiencia en el manejo de la información
en el campo de la salud mental y sus efectores, parecen mostrar que las
intervenciones psiquiátricas y psicológicas son como un "rancho
aparte", un "barrio cerrado", o incluso "una villa de
emergencia" destinada, en lo posible a la "exclusión". Este escenario
privado, es incluso más desolador que el público, con con el agravante de la
cuotas, los copagos y la ausencia de un servicio cada vez más oneroso e
ineficaz. Todo eso con la ausencia de la mirada supuestamente ordenadora del
Ministerio de Salud de la Nación.
El paciente (alienado o no) no solo es presa de su propio
discurso alienante, sino también del discurso alienador de poder que ejercen
las instituciones "normatizadas". Discurso lleno de palabra vacía,
(que no de palabra plena, tan necesaria), mientras camina por los pasillos
hacia el supuesto sujeto saber, en el mejor de los casos, o en el peor, recibe
un turno para atenderse en 6 meses (sentencia de muerte para pacientes
depresivos por ejemplo o con trastorno de los impulsos).
Mientras en honor al respeto progresista y popular por la
subjetividad y la crítica ideológica a la sujeción, los pacientes psiquiátricos
duermen en las calles, sin medicación, sin atención, siendo un peligro para
ellos mismos y para los demás. (Otro tema a tratar a futuro son los adictos,
que necesitan otra mirada y otras formas eficaces de contención). Es así como
el estado en su conjunto se desentiende de estos y tantos otros temas.
(1) Historia de la Locura en la Época Clásica.
(2) Vigilar y Castigar (es el modelo de prisión inefectiva,
que nada tiene que ver con la internación y tratamiento de pacientes
psiquiátricos).