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miércoles, 4 de mayo de 2022

BUSCAR SENTIDO A LA PERDIDA O RABIAR ANTE LA MUERTE DE LA LUZ

 

Hace ciento ocho años, el 27 de octubre  de 1914, nació en la pequeña ciudad de Swansea, en el país de Gales, uno de los poetas más importantes del Reino Unido, Dylan Thomas

En uno de los más recordados versos de este increíble poeta galés, “Rabia, rabia contra la muerte de la luz”, dedicado a la muerte de su padre, (que fallecería años después, tras una larga enfermedad), el poeta nos inicia en la emoción más allá de la oscura noche que nos espera a todos al final del camino. ¿nos rendiremos ante esa oscuridad devoradora sin luchar, sin batallar una vez más?. La voz del poeta resuena en cualquiera que busca sentido a la pérdida.

Cuenta la leyenda (tal vez cierta o tal vez metáfora de melancolía) que Dylan Thomas, borracho, regaló un ejemplar de su obra y se tiró a las vías de un tren. Sea como sea, Thomas se internó en esa buena noche, pero es probable que no lo haya hecho dócilmente.

 

Rabia, rabia contra la muerte de la luz


No entres dócilmente en esa noche quieta.

La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;

Rabia, rabia, contra la muerte de la luz.

 

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,

porque sus palabras no ensartaron relámpagos

no entran dócilmente en esa noche quieta.

 

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo

con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde

rabian, rabian contra la muerte de la luz.

 

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera

y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino

no entran dócilmente en esa noche quieta.

 

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante

cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros

rabian, rabian contra la muerte de la luz.

 

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo

maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.

No entres dócilmente en esa noche quieta.

Rabia, rabia contra la muerte de la luz.

 

Nadie que haya perdido a un ser querido puede mostrarse indiferente ante la fuerza poética de este estremecedor poema.

En este sentido en Duelo y Melancolía, Freud distingue entre el duelo propiamente tal, que significa la pérdida que finalmente es aceptada como una parte de la vida, y la melancolía, como un duelo que no se resuelve y que permanece inmanente en el tiempo, es decir, que el tiempo no pasa frente a esta pérdida.

Eric Laurent, en “Un afecto nuevo”, invita a considerar: “La experiencia de un Psicoanálisis no debe conducirnos a vivirnos como máquinas sino a descubrir en eso un relámpago, que hay otro modo de goce que la tristeza. Habitar el mundo, vivir, es poder vivir con la experiencia de la pérdida, habitar un mundo tal que él pueda incluir este dolor allí. No deshacerse u olvidarlo sino verdaderamente habitar el lenguaje. Proponernos no solamente un significante nuevo sino una relación nueva al significante en tanto que él introduce un nuevo afecto. “Es el afecto de lo que puede percibirse en el relámpago. Es en efecto percibir por un lado la multiciplicidad, la regla que pone cada significante en su lugar; y también por otro lado, la cosa que está entre cada significante.”

Habitar el lenguaje… que mejor ejemplo que a través de un poema que reinstala la necesidad de rehuir al goce de la tristeza, antes de que sea demasiado tarde y la muerte devore, finalmente, cualquier oportunidad de haber realizado un goce diferente…para no rabiar, ya, en el final, ante la muerte de la luz.

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