Mundo Psi

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miércoles, 30 de octubre de 2013

DUELO, MELANCOLIA Y DEPRESION: UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA



En la sombra, lejos de la luz del día, la melancolía suspira sobre la cama triste, el dolor a su lado, y la migraña en su cabeza. 

 Alexander Pope 


"La melancolía no es sino un recuerdo que se ignora."

 Gustave Flaubert



"Siempre la melancolía fue pariente de la muerte".

Miguel de Cervantes Saavedra


"Todo lo que estimula nuestra vida, trayéndonos calor, frío, tristezas, es breve y es saludable. ¡Sopórtalo, entonces, como lo hace el sabio!


Mahabharata



PSICOANALISIS Y DEPRESIÓN

La aproximación psicoanalítica a la depresión es muy diferente a la de otras terapias, pues más que entenderla como un conjunto de síntomas producto de una falta de serotonina por ejemplo, entiende que es el resultado de una historia más compleja, en la que se involucran experiencias de separación y pérdida, incluso aunque no seamos conscientes de ellas.
Desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida, atravesamos múltiples separaciones, Éstas pueden implicar por una parte pérdidas objetales y también el impulso hacia el desarrollo individual. El duelo es un proceso inevitable y al mismo tiempo indispensable para el desarrollo del psiquismo de todo ser humano. Freud usa la expresión "trabajo de duelo" y esta expresión nos recuerda otra que es "trabajo del sueño", que supone la transformación de un pensamiento o deseo en un sueño manifiesto; de igual forma, el trabajo del duelo supone, no sólo los pensamientos sobre lo que se ha perdido, sino lo que hacemos con ellos, cómo se organizan, cómo se elaboran, cómo se accede a ellos, para que ese duelo pueda ser inscrito y registrado en nuestra vida mental.
El trabajo sobre la depresión amerita  un recorrido por diferentes experiencias de pérdida y separación en niños, adolescentes y adultos. Hablamos de cómo se constituye el psiquismo infantil, de síntomas que enmascaran el dolor psíquico, de duelos necesarios, de duelos no elaborados o no resueltos, y veremos como a través de una escucha psicoanalítica podemos entender y ayudar a ese paciente, en el proceso de construcción de sí mismo.
Freud (1917) considera que las tres premisas de la melancolía son la pérdida del objeto, la ambivalencia y la regresión de la libido al yo - "la sombra del objeto cae sobre el yo" -. En otras palabras, tienen que ver con la pérdida del objeto amoroso y sus vicisitudes. El niño que se enfrenta reiteradamente a sus necesidades y afectos insatisfechos, se angustia y teme su muerte, se vuelve indigente de amor, y su yo queda empobrecido por efecto del amor frustrado, de su depresión y del agotamiento de sus neurotransmisores y sistemas adaptativos. Esto es lo mismo que revive el adulto depresivo. Considero que las ansiedades paranoides y depresivas ante las pérdidas y necesidades amorosas insatisfechas - por una combinación variable, y a veces directamente proporcional, de requerimientos constitucionales excesivos y frustraciones innecesarias - así como los mecanismos de defensa correlacionados con estas, conducen a una tensión más o menos permanente que genera un estado de desesperanza y agotamiento, tanto psíquico como fisiológico. Estudios españoles con 17 pacientes depresivos, encontraron que la ansiedad y la depresión aumentaban de intensidad en forma paralela al ser medidas con las Escalas de Hamilton, aunque según el test de Rorschach los más severamente deprimidos presentaban menos elementos de ansiedad. Ante el stress se reactivan las experiencias traumáticas anteriores, los duelos, así como los peligros temidos en el pasado, sirviendo la ansiedad como señal, pero cuando el proceso es muy intenso y sostenido la angustia deja de servir como alarma. Como si existiese un umbral a partir del cual la depresión toma primacía en el cuadro y la ansiedad comienza a disminuir, aunque sin desaparecer - "el yo se abandona a la muerte" -. Otra alternativa podría ser que la ansiedad también continúe aumentando, pero sea percibida como aniquilación. Esto es, como señalaba Bleger (1983), que cuando el nivel de desorganización es muy intenso, la ansiedad deja de funcionar como señal de alarma y por encima de este umbral la desorganización subsiste y con ella la tensión y la ansiedad.
Freud, estudiando las neurosis actuales, planteó su primera teoría de la angustia, según la cual era la represión la que producía la angustia. Pensaba que la excitación acumulada se transformaba en angustia, por lo tanto se trataba de una angustia del Ello. En 1926 plantea su segunda teoría de la angustia: ya no es la represión la que crea la angustia, sino la angustia la que crea la represión. Ya no es una angustia del ello, sino una angustia del yo. Sin embargo, en el caso de la neurosis traumática, "es quebrada la protección contra los estímulos exteriores y en el aparato anímico ingresan ingentes volúmenes de excitación" (angustia automática). Distingue entre la angustia como reacción directa y automática frente al trauma, que es una vivencia de desvalimiento del yo frente a una acumulación de excitación, sea de origen externo o interno, que aquel no puede tramitar (de hecho, así definió desde un principio lo que es un trauma).
En cambio, la angustia señal es la respuesta del yo a la amenaza del trauma pero comparte con la anterior el implicar la separación o pérdida de un objeto amado o la pérdida de su amor. Ambas conducen a una situación de desvalimiento ante la insatisfacción y el aumento de la tensión de necesidad, que originalmente es la ausencia de la madre. Cuando H. Rosenfeld (1959) hizo su revisión sobre los aportes de distintos autores a la psicopatología de la depresión, encontró que una serie de rasgos característicos se repetían. Casi todos coincidían en la importancia de los factores constitucionales y biológicos; en la importancia de la agresión, del incremento de la ambivalencia y del instinto de muerte y la envidia; en la importancia de la oralidad y su relación con la introyección e identificación; del narcisismo y de la severidad del superyó, etc.. Después, J. Wisdom (1962) realizó un estudio sobre las teorías psicoanalíticas de la depresión en el que observó que clásicamente la melancolía era la reacción a la herida narcisística, mientras posteriormente se ha considerado producto de las dificultades en tramitar las ansiedades esquizoparanoides y depresivas y, por tanto, elaborar adecuadamente la posición depresiva. Considera que, apartando la hipótesis de la reparación, en la teoría de la posición depresiva no hay nada que no concuerde con la teoría clásica. Lo que añade Klein es que cuando no se tolera la ambivalencia, no se siente la culpa ni se logra la reparación; se fracasa en elaborar la posición depresiva reinstalándose la posición esquizo-paranoide. Muchos han descrito la interrelación entre estos factores constitucionales y los mecanismos de defensa utilizados, con la respuesta de la madre (reverie, holding) ante estos.
El yo del bebé se tiene que enfrentar desde un comienzo al instinto de muerte y a la ansiedad que le produce la realidad externa. La ansiedad, según Klein (1952), proviene de la percepción del instinto de muerte -miedo al aniquilamiento-, del temor a la retaliación del objeto por las agresiones al mismo y por la intensificación de los sentimientos persecutorios debidos a las experiencias penosas externas, como el dolor y la frustración. Por otra parte, a la envidia se la puede considerar la primera externalización directa del instinto de muerte, ya que ataca a la fuente de vida. Si la envidia es muy intensa, interfiere con el funcionamiento normal de los mecanismos esquizoides. Para Klein, en la posición esquizo-paranoide, la ansiedad predominante es paranoide, se teme que el yo sea aniquilado. En cambio, en la posición depresiva la ansiedad predominante parte de la ambivalencia y del temor de haber destruido o llegar a destruir al objeto. Por ello surgen el duelo, la culpa y el deseo de repararlo. Generalmente estos dos tipos de ansiedades se entremezclan. Dos características de las depresiones: tristeza e inhibición, acompañadas por desgano, abatimiento, aislamiento, desesperanza, dolor, decepción, autocrítica. Desde el psicoanálisis, podemos ubicarla en relación con el yo y sus vasallajes: mundo exterior; ello; superyó.
Lacan sostiene que mal se califica a la tristeza de depresión cuando la tristeza es una “cobardía moral”, traición a sí mismo, por no reconocerse en el inconciente. Tristeza, consecuencia de no-querer-saber, del horror a la verdad. El despoblamiento simbólico, efecto de un real insoportable -frente al que el sujeto no puede responder ni con la seguridad fantasmática ni con un síntoma, lleva a la tristeza y a su efecto de goce superyoico, que afecta al narcisismo y al goce fálico del sujeto.
Lejos de la dialéctica del deseo o los avatares de la demanda de amor, la depresión está inscripta en la dimensión de un goce no articulado a la castración. No ubicamos a la depresión como un “trastorno del estado de ánimo”, ni como un “episodio afectivo”, sino que volvemos a incluir al sujeto del inconciente, al significante, tanto como a la sexualidad y al goce como las dos dimensiones a tomar en cuenta en toda depresión neurótica.

Desde el campo de la psiquiatría, a mitad del siglo XX, Henry Ey concibió a la melancolía como “desestructuración ético temporal”. Enfermedad del tiempo que convierte al sujeto incapaz de proyectarse en el futuro. Y ética porque señala el transtorno de la relación del sujeto con el acto (inhibición).
 La depresión es un conjunto de afectos del sujeto: tristeza, inhibición, abatimiento, desgano, crisis de llanto, angustia, frustración, aislamiento, dolor, desesperanza, decepción, desamor. Los afectos están presentes y tienen un lugar destacado en la vivencia del sujeto. Un psicoanálisis no comienza sin afecto: el sufrimiento que afecta, el dolor, el “no va más”, un imposible de soportar, lo real.
Cada ser parlante está afectado de una manera particular; para cada uno hay un estilo de afección particular a su captación en la estructura.

El Psicoanálisis: invita a aquello que afecta a un sujeto a pasar a la palabra, no a la mostración ni al acto. Pero el Psicoanálisis tampoco es sólo una mera confesión de lo que la persona ya sabe o cree saber. Apunta a la verdad. El Psicoanálisis interroga a la verdad como saber (inconsciente), no sólo como afecto vivido, para que surjan los significantes que presenten su relación a la verdad inconsciente. De los afectos, al sufrimiento, a la queja y al síntoma analítico.
Los afectos están subordinados desde este enfoque a la verdad, tal como Jacques Lacan sostenía: “Lo que yo enseño es que el inconsciente está condicionado por el lenguaje, y eso sitúa los afectos”.
Respecto de la depresión, cabe notar que para el Psicoanálisis son dos los signos que están presentes en el momento depresivo: la tristeza y la inhibición; esta perspectiva recupera la de la Psiquiatría clásica, no la actual del DSM, para la que también la inhibición y la tristeza, o dolor moral, eran los signos de depresión.

En “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud plantea a la inhibición -frecuente signo de los estados depresivos- como una “renuncia” a  cierta función, porque a raíz de su ejercicio se desarrollaría angustia. Renuncia que lleva a una “limitación funcional del yo”. Invita a comprender la inhibición general que es característica de los estados depresivos por la vía de esa renuncia yoica.
Se ubica entonces la depresión en relación a lo que define Freud como los vasallajes del yo, en el texto de “El yo y el ello”; que el yo es siervo de tres amos: mundo exterior: naturaleza, cuerpo propio, relaciones sociales; ello: fijaciones del ello y viscosidad de la libido; superyó: necesidad de castigo, satisfacciones masoquistas y sádicas.
Esto muestra al sujeto, afectado, sufriendo los embates de lo real, bajo sus diferentes rostros: el mundo exterior, las fijaciones del ello, las satisfacciones superyoicas, a lo que podríamos agregar el deseo del Otro. Se podría ver en cada uno de esos rostros de lo real un factor provocador del sufrimiento depresivo.
Respecto del superyó, el goce retorna inesperadamente en la depresión, después del sacrificio de goce impuesto por el superyó y aceptado por el yo. Al sujeto, en la tristeza, le falta el bien-decir, aquel decir tal que le permita reconocerse en su inconciente, en la estructura: reconocer que allí donde se renuncia al goce, se es alcanzado de todos modos por un goce más allá del bienestar, como es el goce de la inhibición, de la tristeza, de la depresión. Es el goce que Freud llamó “ganancia de la enfermedad”, su beneficio de goce, o la ubicación masoquista en el fantasma, con satisfacción pulsional.

Entonces, en las neurosis se podrían tomar dos planos que se articulan pero que conviene distinguir: el plano del significante y el plano del goce. O dicho de otro modo: el plano del Otro y el plano del objeto a y del goce superyoico.
El malestar en la cultura, evidentemente, se expresa en la “depresión” moderna, depresión a la que la ciencia biológica y sus aplicaciones médicas y comerciales resaltan como fenómeno central del que ocuparse, sin incluir la dimensión del inconciente y la sexualidad.

 La depresión es el resultado de un despoblamiento simbólico. Es el campo del Otro lo que está en causa en lo que Freud llama un desinvestimiento del mundo exterior.
En la neurosis: la depresión interesa al registro imaginario y a la urgencia del goce fálico.
La separación -violenta- del significante del Ideal, encarnado en algo o alguien, y el objeto (a), esa dimensión insoportable del objeto, que era cubierto hasta ese momento por el brillo fálico con todo su caudal narcisista, es el detonante de la respuesta del sujeto, que queda sumergido en la falta de respuesta simbólica que implica la depresión.
Lejos de la dialéctica del deseo o los avatares de la demanda de amor, la depresión está inscripta en la dimensión de un goce no articulado a la castración.

Eric Laurent, en “Un afecto nuevo”, invita a considerar: “La experiencia de un Psicoanálisis no debe conducirnos a vivirnos como máquinas sino a descubrir en eso un relámpago, que hay otro modo de goce que la tristeza. Habitar el mundo, vivir, es poder vivir con la experiencia de la pérdida, habitar un mundo tal que él pueda incluir este dolor allí. No deshacerse u olvidarlo sino verdaderamente habitar el lenguaje. Proponernos no solamente un significante nuevo sino una relación nueva al significante en tanto que él introduce un nuevo afecto. “Es el afecto de lo que puede percibirse en el relámpago. Es en efecto percibir por un lado la multiciplicidad, la regla que pone cada significante en su lugar; y también por otro lado, la cosa que está entre cada significante.”




Bibliografía:


La depresión, una lectura desde el psicoanálisis Bertholet, Roberto. Memorias: IV Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional e Psicología. XIX Jornadas  de Investigación VIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR 27 al 30 de noviembre de 2012. UBA. Ediciones de la Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires.
Freud, S.; “El problema económico del masoquismo”, tomo XIX, Amorrortu
Editores, 1989.

Freud, S.; “Inhibición, síntoma y angustia”, tomo XX, Amorrortu Editores,
1989.

Freud, S.; “El malestar en la cultura”, tomo XXI, Amorrortu Editores, 1990.
Lacan, J.; Seminario “El atolondradicho”, en Escansión 1, 1984, Editorial
Paidós.

Lacan, J.; Seminario “Aún”; Editorial Paidós.

Lacan, J.; Seminario “El sinthome”, Editorial Paidós, 2006.

Lacan, J.; Seminario “RSI”, inédito.

Lacan, J.; “Radiofonía y Televisión”, Editorial Anagrama, 1993.

Jackson, S. W.; “Historia de la melancolía y la depresión desde los tiempos hipocráticos a la época moderna”, Editorial Turner, 1989

Ey, H.; “Tratado de Psiquiatría”, Editorial Toray Masson, 1974

Asociación de Psiquiatría Americana; “DSM IV”, Editorial Masson, 199

CUANDO EL DOLOR NOS DUELE: EL TRANSITO DEL DUELO EN NUESTRA VIDA



La elaboración del duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida de lo que no está, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta su ausencia. 

Jorge Bucay


"No hay melancolía sin memoria ni memoria sin melancolía."

 Marcel Proust


 "Ponme por Sello sobre tu Corazón, por Escudo sobre tu Brazo, porque el Amor es poderoso como la Muerte"

Cantar de los Cantares 8:6

EL DUELO Y LAS EXPERIENCIAS DE PÉRDIDA



Concepto de duelo:

Duelo es un término que, en nuestra cultura, se refiere al conjunto de procesos psicológicos y psicosociales que siguen a la pérdida de una persona con la que el sujeto en duelo estaba psicosocialmente vinculado. Habitualmente se considera como modelo para los procesos de duelo los que acompañan y siguen a la pérdida de una persona amada.
Autores han realizado aportes relevantes para el conocimiento de las reacciones de duelo, entre ellos:
El concepto psicoanalítico, postulado por Freud (1912), en que el duelo hace referencia a la “pérdida del objeto amado”, incluyéndose como pérdidas objetales, tanto la muerte de un ser querido como la ruptura sentimental o la pérdida de empleo, estableciendo la diferencia entre aflicción y melancolía, en que el afligido cumple el “duelo”, al negociar con la realidad, admitir la irreversible desaparición del objeto amado y liberar el deseo para buscar nuevos objetos de amor. El melancólico rechaza la idea de la pérdida, se identifica con el objeto y retira su deseo del mundo.

Bourgeois (1996) concibe el duelo como “la pérdida de un familiar y/o un ser querido con sus consecuencias psicoafectivas, sus manifestaciones exteriores y rituales y el proceso psicológico evolutivo consecutivo a la pérdida”, que denomina trabajo o elaboración del duelo.

Melanie Klein (1935) refiere que el proceso de duelo también es aplicable a los procesos psicológicos y psicosociales que se ponen en marcha ante la pérdida, frustración proveniente de seres animados o entes inanimados o abstractos como la pérdida de un ser querido, ante un fracaso personal, ante la necesidad de separarse de un lugar de trabajo, de una parte corporal, o sea, ante la “Pérdida Afectiva”.
En síntesis, entenderemos como “duelo y proceso de duelo” al conjunto de emociones, representaciones mentales y conductas vinculadas con la perdida afectiva, la frustración o el dolor.
Y en “elaboración de duelo” a la serie de procesos psicológicos que comienzan con la pérdida y terminan con la aceptación de la nueva realidad interna y externa del sujeto.
En general se prefiere hablar de funeral y del luto para referirse a los aspectos y manifestaciones socioculturales y socio-religiosas de los procesos psicológicos del duelo y reservar el término duelo y procesos de duelo para los componentes psicológicos, psicosociales  y asistenciales del fenómeno.
Avery y Weisman califican el fallecimiento como:
·        “Socialmente normal” cuando se trata de un adulto o anciano, y los familiares han tenido una preparación suficiente para asumir el desenlace - más de dos semanas para percatarse de la gravedad y más de tres días para esperar la muerte inminente-. 
·        “Intempestivo” aquel que es prematuro - niño, adolescente o joven -, inesperado - con preparación corta - o bien calamitoso - por homicidio, suicidio o accidente inesperado-. La característica de la muerte puede modular la evolución del duelo, en especial las recién nombradas.

Y a su vez cuando el duelo no es consecutivo al fallecimiento, el carácter previsible de la muerte del ser querido provoca una reacción emocional que se denomina “Duelo anticipado”, situación puede atenuar el choque emocional frente al deceso y facilitar la resolución del duelo posterior o bien estrechar la relación entre el moribundo y el doliente intensificando el posterior sentimiento de pérdida y complicando la correcta evolución.

Epidemiología
 Entre el 5 al 9% de la población general sufre la pérdida de un familiar cercano cada año y cerca de un 20 a 25% de las consultas de Medicina General son personas que han sufrido una pérdida. Un 85% de personas mayores de 60 años sufren episodios depresivos desencadenados por acontecimientos vitales
Un tercio de las personas que experimentan un duelo presentan trastornos en su salud física y/o mental y alrededor de un 25% de los viudos experimentan depresión clínica y ansiedad durante el primer año luego de  la pérdida. Esto baja al 17% al final del primer año y  sigue bajando progresivamente

Perspectiva psicológica

En toda vida humana en su avance o desarrollo se producen pérdidas, en este sentido, la vida humana y el crecimiento o desarrollo psicológico pueden entenderse como “un conjunto de procesos de duelo escalonados”, no es posible evitar los duelos, pero la reacción ante ello puede ser diversa.

Las primeras situaciones de pérdida de lo amado se dan desde los primeros momentos de la vida o no con el destete, o sea, la pérdida del pecho materno (o la pérdida de la mamadera y los cambios de alimentación). Posterior a ello, las pérdidas van a ser frecuentes y variadas y no hay forma de evitarlas. En general, desde un punto de vista psicológico se sabe que la falta de elaboración de un duelo importante predispone hacia dificultades con otros duelos; un duelo insuficientemente elaborado lleva a una cronificación del sufrimiento psicológico, a trastornos psicosociales y a la aparición de diversos tipos de psicopatologías.

Desde lo psicosocial, la forma de elaborar los duelos y transiciones psicosociales es un componente fundamental de nuestra adaptación al entorno, de nuestras adaptaciones y dificultades en la relación social. Por ello que los procesos de duelo posean una tan importante repercusión en la vida social del individuo.
Los procesos de duelo permiten estudiar los hechos psicopatológicos como procesos comunicacionales: con una pérdida se ponen en cuestión todas las vías de comunicación con nuestro medio social y nuestro mundo interno, por ello es importante la elaboración de todos y cada uno de los sentimientos, emociones y fantasías que se ponen en marcha en este periodo. Las manifestaciones sociales y antropológicas del duelo y los procesos de duelo poseen tres pilares fundamentales:
·        Es la expresión al nivel de grupos pequeños, sociedad, instituciones, que son vividos por casi todos los miembros de esa comunidad.
·        La ritualización y las costumbres que implican, en una cultura lo suficientemente integrada, tienen a “ayudar en el trabajo psicológico del duelo”, por ello la importancia de determinados ritos como los funerales.
·        Por último, esos ritos y costumbres poseen una vertiente antropológica y social, facilitando la comunicación, además dan ocasión a los vivos de congraciarse con los muertos y sus familiares, de preparar nuevas relaciones a través de los actos sociales.....

Estos ritos si no son excesivamente rígidos y ritualistas, ayudan en los procesos emocionales de los individuos en duelo, es decir, poseen un valor emocional.
Poseen un “valor simbólico y comunicacional”, son formas de comunicación entre los miembros y, con ello, son medios de cohesión social.

Las sensaciones en el duelo

Se consideran conceptos que engloban todas las sensaciones. Sentimiento de pérdida, aflicción, pena y luto.
Sentimiento de pérdida: Sentirse privado de algo muy querido insustituible definitivamente y para siempre, "Nada volverá a ser igual" "Que vamos a hacer ahora" "Todo el tiempo anterior es insuficiente".

Aflicción: Define la respuesta, el estado emocional del individuo ante la pérdida. En este término se engloban todos los sentimientos generados y que algunos autores acertadamente engloban: pena, preocupación con la imagen de la muerte, culpabilidad en relación con la pérdida, hostilidad con las personas más próximas a las que no se quiere ver, pérdida de normas de conducta y ritmos vitales.

Pena: La pena es descrita como una sensación displacentera donde se mezclan: tensión en cuello y garganta, respiración entrecortada, sensación de ocupación interior sobre todo en pecho y abdomen, pérdida de energía, de fuerzas para cualquier cosa y sobre todo para vivir, cansancio, rigidez, bloqueo mental y una sensación de malestar intenso, imposible de concretar en ningún lugar del cuerpo, ni de comparar con cualquier otro.

Luto: El luto, llorar lamentarse, exteriorizar la pena, vestir, comer, acudir a la iglesia, visitar diariamente la tumba, automarcarse socialmente y hacer notar los sentimientos, es una necesidad para mantener el dolor abierto y en algunas culturas hasta una exigencia social.

Etapas del duelo normal

Se distinguen tres fases bien diferenciadas que se pueden clasificar según el momento de aparición: inmediata, intermedia y tardía, cada una de las cuales vendría determinada por un sentimiento que sobresale por encima de los demás y así se caracterizan. El orden de estas etapas no es rígido, de tal forma que el sujeto podría omitir, o repetir una etapa una y otra vez, especialmente cuando el lapso de tiempo es muy largo. Lo que sí debe ocurrir al finalizar, es que termine con éxito el proceso del duelo que permite recuperar a aquellas personas que han vivido un acontecimiento traumático. Cada individuo, de acuerdo con la magnitud de la situación, con la personalidad previa que posea, además del apoyo de otros, llevará a cabo el proceso de manera particular. Su terminación permite a aquellos afectados, volver a su vida normal, reconstruyendo su cotidianidad y utilizando esa energía. 

·        Etapa Inmediata, de Impacto o shock: Se produce tras el estrés inicial de la muerte que dura de pocas horas a una semana después del deceso. Puede cursar tanto con embotamiento, falta general de motivación como con liberación emocional intensa con llantos, suspiros, parestesias y espasmos laríngeos, sensación de irrealidad, negación o incredulidad, no siendo consciente de lo sucedido y mostrando una conducta semiautomática. Es el momento de los ritos sociales y familiares del duelo que facilitan la resolución de esta fase.
Desde el punto de vista psicopatológico, la ansiedad es la emoción predominante produciéndose igualmente un estrechamiento del campo de la conciencia.

·        Etapa Intermedia, de “repliegue” o depresiva – anhelo: aparece generalmente varias semanas después de la pérdida y se prolonga por semanas o meses. Caracterizada por sentimientos intensos de anhelo por el fallecido y de gran ansiedad. Se inician síntomas depresivos, anorexia, baja de peso, disminución de la capacidad de concentración y memoria, tristeza y anhedonia, seguido de episodios de protesta-irritación y aislamiento.
Se caracteriza por la aparición de una depresión reactiva con gran componente ansioso y un intenso dolor. Inquietud, el paciente responde irritado con facilidad y hacia las personas más próximas, médicos e incluso hacia Dios. A la vez que presenta apatía e indiferencia. No le merece la pena nada y las cosas que antes le provocaban interés son indiferentes e incluso odiosas. El vivir diario pesa como una losa y lo cotidiano le produce ya no sólo indiferencia, sino displacer. Todo lo ve negro y la vida pierde su sentido, abandonando lo anterior, bien actividades, ocupaciones, relaciones. El paciente se recluye en casa, tiene la necesidad de vivir solo para el recuerdo de la persona querida y de aquello que lo representa, así como de serle fiel con tal intensidad que todos los momentos y acciones del día deben evocarle. Se mezclan los sentimientos de injusticia, culpabilidad personal o compartida, e ira, que puede expresar contra las personas y objetos que le rodean, con anorexia, pérdida de peso, insomnio. El abuso de ansiolíticos es frecuente y a tener siempre en cuenta por el profesional.
Hay autores que dividen esta fase en dos incorporando una fase definida por depresión en la cual comienza el proceso de aceptación de la pérdida despegándose progresivamente del ser querido, liberándose de las disciplinas impuestas por la percepción constante de su imagen.
En esta fase el apoyo del medico de cabecera al que probablemente frecuente por otros motivos, es fundamental, ya que el paciente se siente incapacitado para pedir ayuda. Prestar el apoyo emocional necesario, facilitándole al paciente momentos y oportunidad para que exteriorice sus emociones y preocupaciones, incluso sus problemas sociales o económicos, facilitando su comprensión y ofreciéndole ayuda personal o dirigiéndole a los servicios de asistencia social. La distribución de papeles en nuestra sociedad clásica hace que esta fase sea más llevadera por la mujer que por el hombre. El marido tras el fallecimiento de la esposa se puede sentir incapacitado, desvalido, impotente para soportar el peso del hogar y las obligaciones domésticas.
Los rituales socio-religiosos han finalizado, la persona se encuentra sola ante la realidad de la pérdida y frecuentemente con la exigencia social imperiosa de reincorporación inmediata a su vida habitual: retorno al trabajo, cuidado de los familiares a su cargo, etc. Durante este período el estado de ánimo es superponible al de un trastorno depresivo.


·        Etapa tardía, de “recuperación” o reorganización: Aprende a aceptar la pérdida y el hecho de que la persona amada ya se fue. Se produce al cabo de seis meses a un año, en donde se retorna al nivel de funcionamiento previo siendo capaz el deudo de establecer nuevos lazos afectivos. Disminuyen los síntomas mentales y somáticos, primero recupera el apetito con ganacia del peso normal frecuentemente a los 6 meses, luego reaparece  la preocupación por la apariencia física,   el deseo sexual y la interrelación social. Frecuentemente esta etapa coincide, con el primer aniversario del deceso produciéndose en este período una intensificación emocional en la línea de la nostalgia, tristeza, llanto, recuerdo doloroso, etc., que duran unos días y que finalmente marcan el final del duelo.

Con relación a la duración del duelo, existen grandes diferencias culturales aceptándose en nuestro entorno cultural que la duración normal es aproximadamente un año.

La vivencia de duelo es modificada por:
·        La necesidad de mirar atrás y llorar por lo que se ha perdido
·        La necesidad de mirar hacia adelante y explorar el mundo nuevo que emerge ante la persona
·        Presiones culturales y sociales modifican cómo estas necesidades se expresan o inhiben

La fuerza con que se expresan estas necesidades varía a lo largo del tiempo.

Factores que influyen en el curso de la reacción de duelo:

·        La personalidad del deudo
·        La naturaleza de vínculo de relación
·        El tipo de muerte
·        Los antecedentes personales del deudo
·        Las características del entorno.

Clínica del duelo

Ante la pérdida de un ser querido, la reacción normal es con frecuencia un síndrome depresivo típico:
·        Bajo estado de ánimo
·        Sentimiento de culpa: centradas en lo que el deudo podría haber hecho o en lo que no hizo al momento de la muerte del ser querido.
·        Ideas de Muerte: pensamientos en torno al deseo de haber muerto en lugar de la persona pérdida o de haber fallecido con ella.
·        Anorexia
·        Pérdida de peso
·        Insomnio
·        Abandono de sus actividades socio-laborales.

El duelo no complicado considera sus sentimientos depresivos como “normales”, aunque acuda en busca de ayuda profesional, para liberarse de síntomas como el insomnio o la anorexia. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA), señala, que cuando el cuadro depresivo persiste más de dos meses desde el fallecimiento con síntomas característicos, se debe plantear el diagnóstico de “trastorno depresivo mayor”.

Complicaciones del Duelo:


Físicas
·        Daño al sistema de respuesta inmune, aumento de actividad adrenocortical, aumento de prolactina sérica, aumento de hormona del crecimiento, desordenes psicosomáticos, aumento de la mortalidad por enfermedad cardiaca (en especial en viudos ancianos)

Psicológicas
·        Depresión clínica, con o sin riesgo de Suicidio, trastornos de Ansiedad, escape a la actividad, duelo Crónico, ausencia de Duelo, duelo Anticipado.

Duelo Complicado – Patológico

Definir lo que es un duelo complicado es difícil y con frecuencia se realiza bajo términos muy genéricos e imprecisos. Es un fenómeno idiosincrático en el que la respuesta estará determinada por un elevado número de factores relacionados con la pérdida, sus circunstancias, las características personales del doliente, el apoyo social que reciba y el marco cultural en el que se desarrolla. Por lo tanto, puede aparecer un abanico de respuestas adaptativas para un individuo en una circunstancia y la misma muy distinta para otro en otro contexto. Esta amplia variedad de expresiones dificulta enormemente el reconocimiento del duelo complicado, a demás que se añade que, a diferencia del duelo normal, el duelo complicado no es un proceso con etapas que podamos reconocer sino el “fracaso o incapacidad para afrontarlo que impide alcanzar los niveles de bienestar emocional y de funcionamiento previo”. El criterio cronológico es el que se emplea con más frecuencia para diferenciar el duelo normal del complicado como las preocupaciones y pensamientos sobre la muerte y el fallecido o la dificultad para aceptar la muerte, son normales si se expresan poco tiempo después de la pérdida, pero son indicios de complicación si persisten por un tiempo prolongado. Se considera duelo complicado a la presencia de síntomas relacionados con el duelo un tiempo superior al que se considera adaptativo, tiempo aún en discusión, algunos autores consideran que es entre 4 a 6 meses, otros desde un año a un año y medio. Lo cierto es que hay individuos que requieren más tiempo para adaptarse a la pérdida y no es posible aplicar un límite cronológico estricto.
Se ha intentado establecer si existe algún signo o síntoma característico del duelo complicado pero la variable expresión de las respuestas al duelo lo hacen difícil. Los síntomas que no están relacionados con deterioro en el ajuste del individuo deben considerarse normales, y aquellos que muestran riesgo de perturbar el bienestar y adaptación debe ser considerado como indicativos de duelo complicado, como el nivel de rendimiento en sus ocupaciones y en su desarrollo social. Horowitz y cols. (1997) realizaron un intento de delimitar el cuadro clínico y crearon un grupo de signos y síntomas que podrían ser considerados como criterios diagnósticos del trastorno por duelo complicado:
·        Recuerdos o fantasías intensivas relacionadas con la relación perdida
·        Períodos intensos de intensas emociones relacionadas con la perdida.
·        Anhelo y deseo intenso de que el fallecido esté presente
·        Sentimientos de soledad o vacío
·        Permanencia excesiva en lugares, actividades y personas que recuerdan al fallecido
·        Trastorno del sueño
·        Pérdida de interés en el trabajo, a nivel social o en las actividades lúdicas alcanzando la mala adaptación.

Factores de Riesgo generales
·        Circunstancias traumáticas, muerte de esposo, hijo, o de un padre; muerte inesperada, repentina y fuera de tiempo, muertes múltiples, muerte por suicidio, muerte por homicidio, personas vulnerables - baja autoestima en general, desorden psiquiátrico previo, amenazas o intentos de suicidio previos, familia ausente o inútil.

Factores de riesgo específicos:
·        Vínculo ambivalente con el fallecido, vínculo dependiente o interdependiente con el fallecido, apego inseguro a los padres durante la niñez

Predictores del duelo patológico


Aunque no existe unanimidad en la bibliografía consultada, a cerca de las variables pronóstico que van a provocar la transformación de una reacción de pesar normal en una reacción de duelo patológico, señalaremos las siguientes:
- La falta de salud física o mental previa es el mejor predictor de desenlace negativo. Es acusado el riesgo de suicidio en sujetos alcohólicos.
- La ambivalencia afectiva con agresividad en la relación preexistente con el difunto.
- La frecuencia de duelos repetidos.
- Se acepta una mayor fragilidad en el varón con respecto a la mujer.
- La muerte repentina no es un factor general que acentúe la intensidad de los desajustes de los familiares. Incluso la prolongación de la enfermedad terminal, puede provocar con mayor facilidad un desenlace negativo.
- La presencia de síntomas de alarma: ideas de suicidio en el primer mes, retardo psicomotor, culpabilidad morbosa.

Manifestaciones clínicas del duelo complicado, no resuelto
En esta clasificación se abordan las alteraciones en la intensidad ya sea por exceso (excesivas, atípicas o de duración más allá de lo aceptado) y por defecto (ausencia de manifestaciones). La incidencia y prevalencia de este cuadro clínico oscilan,  entre el 5 y el 20 % de las reacciones de duelo. Bourgeois distingue diferentes modalidades de duelo complicado, alguna se superponen entre sí.
Duelo ausente o retardado: Cuadro de ansiedad intenso, se produce una negación de fallecimiento con una esperanza infundada de retorno del finado, padeciendo un intenso cuadro de ansiedad. Se detiene la evolución del duelo en la primera fase.
Duelo inhibido: Se produce una “anestesia emocional”, con dificultad para expresar las manifestar las emociones de la pérdida. No hay manifestación de pérdida. El componente emocional del duelo es tan doloroso que el individuo emplea mecanismos que bloquean el dolor.
Duelo prolongado o crónico: Con persistencia de la sintomatología depresiva, más allá de los 6-12 meses. El duelo se detiene en la segunda fase.
Duelo no resuelto: Similar al anterior, permaneciendo el paciente “fijado” en la imagen de la persona fallecida y en las circunstancias que rodearon su muerte, sin volver a su vida habitual. Cede la sintomatología depresiva. El duelo se ha detenido entre la segunda y tercera fase.
Duelo intensificado: Se produce una intensa reacción emocional tanto precoz como mantenida en el tiempo.
Duelo enmascarado: Se manifiesta clínicamente por síntomas somáticos, con respuesta emocional normal o escasa
Reacciones de aniversario anormalmente dolorosas: Más allá del primer año, se presupone que las reacciones de aniversario, no deben conllevar un serio recrudecimiento de las emociones.
2. Duelo psiquiátrico
Se produce la aparición de un verdadero trastorno psiquiátrico, cumpliendo todos los criterios para su diagnóstico.
Hanus, señala la predisposición de las personalidades de tipo narcisista a sufrir esta modalidad de duelos porque son particularmente sensibles a la pérdida de sus objetos amados. Distingue varios tipos clínicos:
Histérico: El deudo se identifica con la persona fallecida, presentando el mismo cuadro que motivó su fallecimiento.
Obsesivo: La ambivalencia emocional a la que normalmente se enfrenta la persona obsesiva, crea en él fuertes sentimientos de culpa, que suelen abocar en una depresión grave y prolongada.
Melancólico: Este cuadro clínico destaca la pérdida de la autoestima, síntomas depresivos graves y la ideación suicida.
Maníaco: (Manía del  duelo). Se produce un cuadro de excitación psicomotriz, hiperactividad y humor expansivo que evoluciona posteriormente a un cuadro depresivo.
Delirante: delirios y alucinaciones excluyendo voz e imagen perdida.

 

Depresión asociada a duelo


Diversos autores han centrado sus investigaciones en diferenciar entre los procesos de duelo complicado y la depresión. De los cuales se puede concluir que el cuadro clínico de duelo complicado abarcaría síntomas relacionados con el dolor de la separación como llanto, anhelos y conductas de búsqueda del fallecido, continuos pensamiento sobre él, también se asocia a elementos del trastorno por estrés postraumático como incredulidad, aturdimiento, y otros relacionados con elementos generales de afrontamiento como aceptación de la muerte. El núcleo central de este síndrome parece girar en trono al anhelo y a las rumiaciones, y aquellos dolientes muestran mayor intensidad en estos síntomas, experimentando un duelo más complicado. Por el contrario síntomas como la pérdida de autoestima, tristeza, sentimientos de minusvalía, hipocondría, insomnio, inhibición o pensamientos suicidas se relacionan más con la presencia de un cuadro depresivo.
Un 15 a 35% de las personas en duelo cumplen con criterios de depresión durante el 1º año
4 a 9 veces mayor que en la población general
Sólo un 17% de los pacientes con depresión asociada a duelo son tratados con Antidepresivos.

 

Duelo                             v/s                 Depresión
·        Identificación normal con el difunto, poca ambivalencia
·        Ideación suicida rara
·        Autoculpabilidad en relación a cómo trató al difunto, sin sentirse una mala persona
·        Síntomas disminuyen con el tiempo, autolimitados
·        Evoca empatía y simpatía
·        Responde a refuerzo positivo y contacto social
·        Síntomas de duelo no responden a fármacos AD
·        Sobreidentificación con el difunto, ambivalencia aumentada
·        Ideación suicida frecuente
·        Autoculpabilidad global, la persona se siente mala
·        Síntomas no disminuyen  y pueden empeorar
·        Evoca fastidio o irritabilidad
·        No responde.  Aislamiento
·        Síntomas depresivos responden a fármacos AD

 

Diagnóstico de trastorno depresivo mayor en el duelo

·        La culpa por las cosas más que por las acciones, recibidas o no recibidas por el superviviente en el momento de morir la persona querida.
·        Pensamientos de muerte más que voluntad de vivir, con el sentimiento de que el superviviente debería haber muerto con la persona fallecida.
·        Preocupación mórbida con sentimiento de inutilidad.
·        Retardación psicomotor acusado.
·        Deterioro funcional intenso y prolongado.
·        Experiencias alucinatorias complejas y persistentes.

Suicidio

El riesgo de suicidio se incrementa con la edad. Los ancianos son el grupo de edad con mayor tasa de suicidios consumados por intentos de suicidio, especialmente entre los varones. Entre los factores sociales relacionados con el suicidio, el matrimonio aparece como un factor protector, mientras que la separación y la viudez son predisponentes. El estatus socioeconómico correlaciona inversamente con la tasa de suicidios consumados. El aislamiento es el factor sociodemográfico que con mayor frecuencia se asocia al suicidio, aunque la calidad de las relaciones del anciano es un factor pronóstico más preciso que el hecho de vivir solo.
El 20 por ciento de los ancianos que cometen suicidio o intento de suicidio presentan consumo abusivo de alcohol y el 10 por ciento problemas de alcoholismo crónico. La dependencia, la pérdida de capacidad para adaptarse a los cambios, el sistema de valores del paciente y el sentimiento de desesperanza, son también indicadores de riesgo suicida en los ancianos. Algunos ancianos consultan por primera vez con los especialistas tras un intento de suicidio.

Evaluación clínica
A veces se dificulta el distinguir entre la reacción de pesar de la depresión mayor por lo que el objetivo del médico de atención primaria se centrará en valorar:
·        La gravedad del cuadro depresivo
·        La presencia de un trastorno psicótico
·        La existencia de alcoholismo u otra drogodependencia
·        El riesgo suicida

Ante un paciente en duelo, normal o patológico, es necesario en la relación medico: facilitar el normal del proceso del duelo y tratar los trastornos asociados.

Abordaje terapéutico

Se debe facilitar el que el paciente hable sobre el fallecido y las circunstancias de su muerte.
Propiciar la expresión emocional del paciente, siendo frecuente además de las vivencias de tristeza, pesar o desesperación, los sentimientos de hostilidad hacia el fallecido y la cólera hacia el médico o el hospital donde se produjo la muerte del ser querido.
Explicación al enfermo de que los síntomas que padece como: ansiedad, sentimientos de culpa, preocupación por la imagen del difunto son reacciones normales y que desaparecerán con el paso del tiempo.
Asegurar que aunque inicialmente puede ser necesario que reduzca sus compromisos laborales o sociales, se debe facilitar el retorno a sus actividades habituales en un plazo de 3-6 semanas.
Recomendar el acompañamiento de familiares y amigos y facilitar la realización de las tareas domésticas durante el período inicial.
En las reacciones agudas de duelo, la contemplación del cuerpo de la persona fallecida, evita la cristalización de fantasías, imaginaciones o temores a lo desconocido, ya que para poder iniciar el duelo, muchas personas necesitan la oportunidad de decir “adiós”.
Como se vió, el duelo es un estado autilimitado, que puede evolucionar a un proceso patológico, pero como en la mayoría de los casos se resuelven en un plazo no mayor a un año, en base a esto es importante intervenir en su desarrollo, detectando posibles duelos complicados y tratándolos desde su inicio para evitar su consolidación como tales y su posible cronificación.  Es necesario la actitud activa del médico ante un paciente en duelo, no dejarlo como un proceso natural de la vida, aunque así sea, porque hay riesgos de alargar este proceso repercutiendo directamente en la persona y su entorno social como laboral.


Bibliografía:

La depresión, una lectura desde el psicoanálisis Bertholet, Roberto. Memorias: IV Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional e Psicología. XIX Jornadas  de Investigación VIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR 27 al 30 de noviembre de 2012. UBA. Ediciones de la Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires.
Psiquiatría en Atención Primaria; José Luis Vázquez-Barquero; “El Duelo y las Experiencias de Pérdida”, Libros Princeps- Biblioteca Aula Médica, págs 509 a 518, España 1999.
Kaplan, H. I., Sadock B. J., "Comprehensive Texbook of Psychiatry"  Five edition, Williams & Wilkins, 1989
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